El techo que lloró por 30 años y nadie le hizo caso
(Los nombres de las personas que figuran en esta crónica han sido modificados para proteger su identidad; los hechos y testimonios son verídicos y fueron documentados con su consentimiento).
El hedor llegaba a la Independencia, donde estacioné en el único hueco que pude encontrar entre las ambulancias, los carros fúnebres, los peatones y otros vehículos que se agolpaban en las inmediaciones de Patología Forense.
Gritos desgarradores de desesperación me dieron la bienvenida desde el patio que se había habilitado para los allegados de los que ya se sabían muertos. Para otros, la pena era tan honda que los había enmudecido.
- France Press: “Tragedia en República Dominicana: sube a 218 la cifra de muertos en la discoteca Jet Set”.
—¿Dónde está Antonio?—
“Yo lo que quiero es que me la entreguen bien, no un globo inflado y podrido, para poder enseñársela a su mamá que viene de Estados Unidos”, me decía la tía de Tatiana Gutiérrez, a quien llevaban tres días buscando sin respuesta.
Sus familiares habían venido desde Puerto Plata, cargaban dos fotos 8.5×11 a full color, una con Tatiana sonriente y otra con la cédula de José Miguel, su esposo, quien luego aparecería en la lista de fallecidos junto a ella.
“Ellos me abrieron la funda, yo vi un rostro, pero te juro que no se identifica”, decía la otra tía que insistía en preguntar si no habían visto a la muchacha que “andaba con un ‘jonsu’ blanco, con una rosa ‘grandotota’ aquí en un lado”.
- Listín Diario: “Entre lágrimas, Méndez confiesa que la tragedia del Jet Set ha sido su misión más difícil en 20 años”.
—¿Dónde está Antonio?—
El hermano médico de Margarita de la Cruz no entendía por qué le mandaban a repetir el proceso para que le entregaran su cadáver “si ya yo la identifiqué en la foto, desbaratada”.
Carlos Arturo, el amigo de este, daba vueltas con una toalla para llorar guindada al cuello. “Ella no era mi familia, pero al final los lazos sanguíneos no son los que hacen a los hermanos”, concluyó luego de contarme que no se podían llevar a Margarita porque “en la foto que le tomaron en Jet Set no pusieron el mismo número que tenía la bolsa con su cuerpo”.
Los dedos de Guillermo Espinal también ampliaban la foto de Marina Tavárez en un celular, mientras la exhausta asistente de patología trataba de explicarle el proceso y se condolía con su angustia.
“¡Desde las siete de la mañana nos dieron el código y esta es la hora que esa imagen no sube ahí, un cadáver que lo llevamos pa’l interior!”, gritaba el hombre con la educación hogareña del campo y la impotencia de los más chiquitos. “¡¿Qué más paciencia usted quiere que yo tenga?!”
El reperpero hizo que los muchachos del barrio que habían ido porque “hoy ‘tan brindando más bueno que ayer”, se voltearan a pendenciar desde el rincón que acumulaba el centenar de raciones de comida donada por el pueblo. (Del exclusivo Jalao no se vió ni un plato desechable).
- Noticias SIN: “Desplome del Jet Set se convierte en la tragedia del siglo en RD con 221 muertos”.
—¿Dónde está Antonio?—
Las flores de la carroza fúnebre que había gestionado la hermana de las doctoras Bell, ya se habían podrido.
“Unas mujeres que solo hicieron darle a este país, cirujana maxilofacial…”, se lamentaba, mientras le explicaba a una amiga “que a Paula la sacarían primero y a Sara después”. Las llevarían junto a Jean Franco, el otro Bell de San Pedro de Macorís que también quedó aplastado.
En el murito de la Arístides Fiallo Cabral los colegas de la prensa habían perdido su blindaje para los sentimientos y se equipaban con lo que les quedaba: cámaras y trípodes, ojos hinchados y maquillaje chorreado.
La cafetería de la esquina nunca había vendido tantos derretidos de queso y la exesposa del detective ‘Dominicanyork’ que había venido a jubilarse al patio, tras 18 años de servicio en Manhattan, ni para el Green Card había esperado tanto.
“Porque a Rubby Pérez lo encontraron 24 horas después y ya lo están velando y mi hermano, que fue el tercero que encontraron, todavía está ahí”, narraba Perla Berroa a un diario, con la misma ropa con la que había llegado de Nueva York el 8 de abril.
A Rubby lo queríamos tanto que en los periódicos lo rescatamos cantando, lo canalizamos debajo de los escombros y lo trasladamos a Cedimat, cuando en lo hondo, siempre supimos que estaba muerto.
Con una fe de Grandes Ligas, a Dotel le entregamos las herramientas para que se rescatara él mismo de entre alguna pared y su mesa de siempre.
- RC Noticias: “Contratan patólogos, furgones refrigerados y ambulancias gratuitas para agilizar entrega de fallecidos en Jet Set a sus familiares”.
—¿Dónde está Antonio?—
“¡Carlotta Morales Flores!, ¡Carlotta Morales Flores!”, el coronel Terrero cantaba nombres por un megáfono, mientras engullía un bizcochito “buenísimo” que habían llevado de PriceSmart. Los mismos nombres que ahora se escribirían en una lápida.
“¡¿Pero que pa’ qué le hacen autopsia si ya sabemos de qué se murió?!”, reclamaba un familiar a una patóloga lánguida que había salido a tomar un respiro.
Se me perdió el hueco donde había estacionado, con la vista puesta en Waze para encontrarlo, el hedor volvió a darme una ‘galleta’; subí la mirada y vi la ambulancia, me acerqué a la ventanilla y me arrepiento: siete cuerpos apilados dentro.
Encontré mi vehículo y lloré todo lo que no había llorado en cuatro días.
- Acento: “Controversia y dudas por escombros Jet Set depositados en Santiago”.
—¿Dónde está Antonio?—
En todas partes del país alguien enterraba un muerto, los de arriba y los de abajo, los del campo y la ciudad, funcionarios y civiles. En Blandino y en Gresefu se lloraba igual.
“Cuando el presidente me llamó, lo más lejos que yo tenía era que mi hijo estaba ahí”, decía el ministro de Obras Públicas, Eduardo Estrella, con el llanto atascado en la garganta durante el sepelio de su “Guaro”, su único varón.
En Youtube también se atasca el llanto, las conspiraciones, los testimonios de los que fueron y salieron, de los que nunca llegaron; de los que duraron seis horas con una viga en el pecho, con un pie en la vida y el otro donde fueron a parar las 232 almas que se apagaron al son de “Color Rosa”, en el vozarrón de Rubby Pérez, que tampoco escucharemos jamás.
- CNN en Español: “Aumenta a 232 el número de muertos por el colapso en una discoteca en República Dominicana”.
—¿Dónde está Antonio?—
Los vivos de este lado discutimos de la negligencia de los hombres y de un Código Penal que apena; calculamos los montos de las vidas que no se indemnizan, reclamamos a un Estado que se agarra la cabeza, mientras ve fuego por las cuatro esquinas. Buscamos la alegría enterrada bajo cien mil toneladas de escombros.
Érase una vez un techo que lloró por 30 años y nadie le hizo caso.
He aquí la muestra de que hay dineros que no se ganan, crisis que no se manejan y pleitos que no se concilian.
Por: Camila García Durán