La otra cara del cine dominicano (sí, hay más que Robertico)
por Esmeralda Batista
Como estudiante de cine, debo exponerme al buen arte. En específico, debo exponerme al arte que mi país tiene para ofrecer. Una de las películas dominicanas que más me ha gustado ha sido la película Rafaela (2021) de Tito Rodríguez. En esta historia seguimos a nuestra protagonista, Rafaela, quien al criarse y vivir alrededor de la violencia, debe unirse a la vida criminal. Esto la lleva a luchar por su supervivencia y, al mismo tiempo, su deseo por una vida mejor.
La película cuenta con la actuación de Judith Rodriguez, quien envuelve al espectador con su vulnerable interpretación del personaje. El guión habla sobre temas sociales vigentes en República Dominicana, como problemas intrafamiliares, adicción a las drogas, maternidad no deseada y crimen.
Tuve la dicha de ver el audiovisual gracias al Festival de Cine de Santiago. Este evento es abierto a todo público, pero creo que no hubiera podido ver a Rafaela si no estudiara cine. Antes de mi carrera, no conocía del cine nacional. Bueno, conocía lo popular: nuestras icónicas comedias. Aunque algunas de esas películas sí las disfruté cuando salieron en cines (porque como buena quisqueyana me encanta reir), admito que mi yo de antes se hubiera beneficiado de ver una película como Rafaela. Una historia con personajes de mi cultura, con conflictos internos, profundos y reales. Pero ese tipo de cine no es conocido en el país. El cine de comedia domina nuestro mercado comercial.
En 2024 se realizó una encuesta a doscientas personas para la tesis de grado Análisis Comparativo del Reflejo de la Identidad Cultural en el Cine Independiente y el Cine Comercial Dominicano. Esta fue elaborada por Amalia El Hage, Alana Peña y Mariela Gastón, presentada en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. La encuesta demuestra que la mayoría de los encuestados (54.2%) rara vez ve películas dominicanas. Es decir, solo una vez al año o menos. Mientras que el 51.5% respondió que no ha visto una película del cine independiente dominicano.
Esto se puede atribuir al hecho de que, según un artículo escrito por Karla Alcántara para Acento Diario, sólo ocho provincias en República Dominicana cuentan con acceso a una sala de cine. Efectivamente, crecí con un solo cine en mi provincia. Esto se quebró durante la pandemia del 2020. Por años, desconocía lo que sucedía en la industria del cine dominicano. Porque claro, no era práctico irme a otra ciudad solo a ver una película como si fuera un concierto. Esto me hizo pensar en otras personas. Personas que tendrán sus propios impedimentos para poder ver una película de su cultura hecha por su gente: ya sean económicos, temporales, laborales, familiares, etc. Esto crea una segregación respecto a quién puede conocer y disfrutar el cine dominicano.
Según el artículo ¿Por qué nuestro cine es de comedia?, publicado por Redacción Bureo en el periódico El Caribe, parte de la responsabilidad también recae en los gustos del público nacional. “La utilización del género se ha tergiversado en la industria, llevando a que las películas realizadas sean, en su mayoría, la prolongación de cualquier sketch de televisión criolla. Los mismos personajes, actores, chistes y escenarios han sido trasladados a la gran pantalla. El resultado ha sido no solo filmes de baja calidad, sino pocas comedias que valgan la pena disfrutar, logrando que sólo algunos exigentes espectadores se cansen de lo mismo.” El texto procede a señalar que “Todo esto parece tener relación con la poca educación cinematográfica que hay en el país, que apenas empieza a crecer.”
Pero, ¿importa tanto si el dominicano puede disfrutar de su propio cine?
La pregunta me recuerda a algo que dijo el cineasta y productor dominicano Víctor Piñeyro en su cuenta de Instagram, @seventh.art,“Nunca subestimemos el alcance de nuestras buenas películas, sobre todo cuando ni siquiera las has visto”. Ver cine local me hizo entender que son las obras de arte lo que nos dan entendimiento de la cultura. Y el cine, nuestro cine que va más allá de las risas, nos sirve como espejo para reflexionar.
Al fomentar el cine dominicano, se promueve el pensamiento crítico de su audiencia. Es necesario el incentivo del arte y cultura por parte del gobierno y organizaciones. Así también como tener películas dominicanas disponibles en servicios streaming. Y, sobre todo, es momento que el dominicano como espectador empiece a ser curioso y crítico sobre todo lo que la industria del entretenimiento puede ofrecerle. Tenemos cine que brinda comprensión acerca de nuestro entorno sociocultural. Hay arte ahí afuera que puede brindar entendimiento con sensibilidad y gracia, que, de otra forma más explícita, tal vez no sea adecuado abordar. Para estas cosas se hizo el arte: para que el sentimiento llegue donde la razón no puede. Nuestro cine es una de las herramientas capaces de hacer tal cosa, entonces es momento de que lo apoyemos como el soporte cultural que es.